30 de junio de 2008

Calé x Caloi

Texto HORACIO DEL PRADO Y ABEL ALEXANDER
Calé x Caloi
Carlos Loiseau -Caloi-, creador de "Clemente", homenajea a uno de sus ídolos, Alejandro del Prado -Calé-, autor de las célebres páginas de "Buenos Aires en camiseta", en la revista "Rico Tipo".


De chico, yo copiaba los arcos que dibujaba Calé...
Yo digo que Calé es uno de los grandes Caba­lleros de la Orden del Rombo. Les llamo así a esos tipos que se agarran del alambrado en las canchas y miran el partido a través del rombo del alambrado. Y por ese rombo lo único que asoman, apretados como la ñata contra al vidrio de Discepolín, es la nariz y el ojo. Pero así y todo, el hombre de la Orden del Rombo ve lo que no se ve desde las alturas o las plate­as. Huele el pasto y hasta el linimento de los jugadores, escucha lo que se dicen, el ruido de la pelota al picar, al ser pateada... Por eso algo que me admiraba en los dibujos de Calé era el trabajo de detalles. Por ejemplo, en cuanto a las redes de los arcos de fútbol. No eran como las de ahora, que son rígidas, casi almidonadas e impecables. Aquellas eran una especie de cortina que colgaba miserablemen­te atrás del arco, como si .fuese el fin del mundo en la cancha. La búsqueda de la pelo­ta que hacía el arquero tras recibir el gol era un viaje vergonzante porque, como se decía en aquella época, el balón anidaba en el fondo de las mallas... Y el pobre arquero tenía que ir a buscar la pelota, enredarse en esa red teji­da, pesada, gruesa, llena de entramados y detalles y nudos increíbles. Esa combinación está descripta por Calé de modo genial con una sola mirada. De chico he tratado de copiar tal cual esos arcos. Y aunque los arcos de fútbol, como el barrio, como nuestras vidas han ido cambiando, siempre tengo pre­sentes aquellos dibujos de Calé cuando los chistes o las tiras de Clemente me ponen en la alternativa de dibujar un arco.

Si me hubieran presentado a Calé...
Yo no conocí personalmente a Calé, por razo­nes generacionales. Él publicó sus páginas de "Buenos Aires en camiseta" en la revista "Rico Tipo", que dirigía Guillermo Divito, entre 1951 y 1963, el año en que Calé murió. Y yo recién publiqué mi primer dibujo en 1966, en "Tía Vicenta", la revista de Landrú, cuando tenía 17 años. Sin embargo, para ese entonces ya lo admiraba. Si hubiera podido conocerlo personalmente, me habría callado y lo habría escuchado silenciosa y respetuosa­mente. Es lo que me pasa aún hoy cuando siento mucha admiración por alguien. Proba­blemente, de haber entrado en confianza, habría llegado a hacer lo que los dibujantes solemos hacer entre nosotros cuando nos encontramos, como señal de aprecio y valora­ción: es decir, "manguearle" un dibujo. Y tam­bién le hubiese pedido algún truco, algún con­sejo. Porque yo no estudié en ninguna escuela. Me hice solo, aunque imitando a los maestros del humor gráfico que admiraba. Además de Calé, podría nombrar a gigantes como Oski, Ferro, me gustaba mucho Battaglia y en gene­ral todo lo que tenía que ver con Walt Disney y la gran cantidad de talentos que dibujaban en las revistas "Patoruzú" y "Rico Tipo". De los 12 años para arriba empecé a buscar y con­seguir más información y me llegó el libro de un rumano célebre, Saúl Steimberg, que plan­teaba la nueva figuración en el humor gráfico. Me quedé loco con su trabajo. Me estimuló a dibujar y dibujar cada día más... Mi papá era técnico constructor. Eso me faci­litaba tener a mano unos papeles formidables: nada más y nada menos que el revés de los planos. Así podía hacer unas láminas maravillosas. La otra manera de ingeniármelas para conseguir papeles era ofrecerme ingenuamen­te para ir a hacer los mandados de la casa. ¿La razón? En aquella época en el almacén todo lo que uno comprara se envolvía con papel de astraza, que de un lado era totalmente áspero y del otro liso y brillante, fantástico para hacer dibujos...

Y después, andando el tiempo, entablé amis­tad con muchos colegas. En general el gremio de los dibujantes es de buenas relaciones, por­que somos poquitos y los vínculos están ali­mentados por la admiración y el respeto mutuo. En mi caso, soy amigo íntimo de Roberto Fontanarrosa y de Crist (Cristóbal Reynoso) porque somos también de la misma edad. Pero también me considero amigo de Quino y del viejo Ferro, que son un poquito mayores que nosotros.
Los personajes que Calé registró tan magistralmente en las páginas de "Buenos Aires en camiseta" son absolutamente distintos a Cle­mente y a los personajes que desfilan por la tira. En primer lugar, hay una diferencia obvia, fisonómica. Pero además, Calé radiografiaba su barrio, dibujando la sociedad que conoció en los años 50 y primeros de la década del 60, Clemente es un producto del absurdo desarro­llo que tuvo la sociedad argentina en la segun­da mitad del siglo XX, desde esa época que radiografió Calé hasta la actualidad. Sin embargo, hay algo que anida en ambos: es el espíritu popular, que es el condimento que tie­nen como distintivo. Hay un lenguaje común, que rescata palabras del uso popular. Tanto, que en la tira gráfica Clemente tiene una ano­tación casi fonética del lenguaje de la calle. Clemente no dice "ciudad" sino "duda", no dice "calle" sino "caye" con "y". Porque es importante entender en esto que el humor grá­fico es un arte esencialmente popular, como el tango. Hubo intentos válidos de intelectualización en la historieta y en el humor mismo, pero invariablemente chocaron contra la acep­tación del público. Es que hay un entendi­miento por parte de la gente de este lenguaje, que no requiere de ninguna racionalización extra para ser comprendido. Si se lo mira fría­mente, el dibujante hace una representación en líneas de la realidad, una representación por lo tanto intelectual de la realidad. Y sin embargo lo que hace es fácilmente entendido: todo el mundo sabe que el diálogo del personaje está encerrado en un globo, que si el globo tiene una serie de puntos, ese personaje no está hablando sino que está pensando. Y si tiene nubecitas, lo que pasa es que ese tipo está soñando. Es una serie de códigos incorpora­dos a la cultura popular. Por otra parte, en el espíritu de Clemente está el deseo de mantener los valores con que uno ha crecido y se ha for­mado. Lo mejor que podría desearle a mis personajes y a Clemente en especial, en rela­ción con Calé y los personajes de "Buenos Aires en camiseta", sería que guarden con éstos una coincidencia y una continuidad en el tiempo. Por lo menos esa coincidencia y esa continuidad existen a través del tiempo con las personas que uno admira, como me pasó a mí con Calé. Por eso, en cierta forma, uno desea­ría tomar una posta imaginaria en este deam­bular por la Tierra...

La Argentina de Calé y el mundo de Mafalda
Creo que hay otra gran diferencia entre los personajes que radica en el mundo en el que fueron hechos. Es que Calé radiografiaba una Argentina que estaba a punto de desaparecer, que a mi juicio es la Argentina popular, popu­lista, peronista, si se quiere, no para hacer una referencia ideológicamente peronista, sino simplemente para situar una época: una cul­tura que se alimentaba desde la calle y desde el barrio, desde la casa de familia... En esa época, en la Argentina que creía y se miraba hacia adentro, la gente hacía foco en lo que pasaba en su entorno inmediato; "lo que pasaba" era lo que pasaba en la casa de uno, en la vereda de enfrente, en la esquina y en el barrio... Por eso es que el quiebre ideológico o la adaptación a los nuevos tiempos se pro­duce en el humor gráfico con la aparición de Mafalda, de Quino, que es una chica de barrio pero intelectualizada. Y que tiene como coprotagonista al globo terráqueo. Esto valoriza a Calé porque retrata algo irrepetible, un mundo que se fue.


Clemente, de Boca; Caloi y Calé, de River
De chico yo leía mucho la revista "Rico Tipo", aunque sin comprarla, en la peluquería. En cambio, la revista que sí compraba y leía y guardaba era la revista "River". Y fue allí donde conocí a Calé como humorista y dibu­jante. Yo nací errSalta, porque mi padre traba­jaba en YPF y en ese momento estaba en tare­as allí. Y porotra parte, a los pocos meses de edad ya mi familia se instaló en Libertador y Republiquetas, que es el barrio donde me crié. Digamos que en esa zona, pleno barrio de Núñez, no tenía otra alternativa de destino que ser riverplatense. Estábamos a tres o cua­tro cuadras del Monumental, en una ciudad distinta, que permitía jugar a la pelota en las calles y con un paisaje donde lo único que sobresalía era el gran estadio allá al fondo. En esos años había jugado la famosa "Máquina" de River y luego apareció un crack que influyó decisivamente en mi elección futbolística: el legendario uruguayo Walter Gómez. Sin embargo, hay una curiosidad que no sé si Calé me perdonaría, aunque al menos yo intentaría explicarle: es el hecho de que Cle­mente es hincha de Boca Juniors.
Lo que ocu­rrió es que la tira nació en el diario "Clarín", con dos personajes: Clemente y Bartolo. Y Bartolo, que era el principal, era de River, mientras Clemente era de Boca. Era una forma de incorporar el superclásico del fútbol argentino a la historieta. Lo que yo no podía imaginarme era que Clemente iba a ir crecien­do hasta hacer desaparecer por completo a Bartolo. La compensación llegó en los famo­sos episodios del Mundial 78. Como el relator radial José María Muñoz hacía una campaña para que la gente no tirase papelitos al salir la Selección a la cancha, porque consideraba que se ensuciaba la imagen del país ante el mundo, Clemente se plantó en contra y aconsejó tirar papelitos rescatando la tradición popular.
Finalmente, la gente se puso del lado de Clemente, a tal punto que el dibujo aparecía en los carteles electrónicos de los estadios. Desde allí, si bien siguió siendo hincha de Boca, se convirtió en una especie de hincha argentino engeneral.

Calé en su tinta
Creo que con todo lo dicho, queda claro que considero a Calé un maestro. Por eso, cuando me preguntan por mi programa de televisión, "Caloi en su tinta", lo explico como una forma de darle cabida a la cosa didáctica que algunas veces me piden. Yo lo comprendo, porque también yo pedí y obtuve consejos de los más experimentados. Pero tengo un problema: soy un desastre para dar clases, porque soy lo más asistemático y desorganizado; llegaría tarde, no podría cumplir no digamos con una plani­ficación didáctica, sino con horarios. De modo que el programa es la forma que uno ha encontrado para mostrar a través de la obra propia y de otros artistas una faceta, una veta que acá no se conocía, que es el cine de anima­ción de autor y que es un curso acelerado y muy práctico de dibujo, de cine, y de informa­ción. Si Calé me hubiese obligado a quebrar la timidez y a mostrarle un dibujo le hubiera mostrado el Clemente. Pero me hubiese gusta­do mostrarle la película que estamos termi­nando en estos días, porque para mí es como una película de Calé. Por supuesto, con mi estilo, con mis cosas. Pero es sobre Buenos Aires. Tiene como una ilación, a través de 15 minutos, de páginas que yo he hecho sobre esta ciudad. No sobre un Buenos Aires que se va, pero sí de lo que permanece en cosas muy ligadas al tango, a referentes que sirven como identificación. Hay un boliche al que concu­rren personajes con un motivo de amor. Se está musicalizando con temas como Margari­ta de Agosto, de Raúl Garello, y Adiós Noni-no, de Astor Piazzolla. Pero yo siento que está impregnada de Calé. Con mi productora, que es a la vez mi mujer, María Verónica Ramírez, siempre decíamos: el día que podamos dar la película "Buenos Aires en camiseta" en el pro­grama, podremos decir que estamos hechos. Y un día la dimos.


El premio que el Fondo Nacional de las Artes le dio al cortometraje "Buenos Aires en camiseta", que dirigió Mar­tín Schor sobre textos y dibujos de Calé, es valorado especialmente por el director, porque en la época de Calé había una cierta discusión que relegaba a la historieta y al humor como un arte menor. Hoy en día es una discusión un poco anticuada. Es más, conozco artistas plás­ticos que envidian la profundidad de llegada a la gente que tienen estas artes, que alguna vez fueron consideradas menores »

Nota aparecida en la
Revista Autoclub,
del Automovil Club Argentino.
N° 176, Enero de 2003

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